“La soledad debe abordarse desde una intervención comunitaria”

Yolanda González-Rábago y Unai Martín, investigadores del grupo OPIK de la UPV-EHU, analizan el estado actual de la soledad no deseada dos años después de su estudio sobre esta materia

Han transcurrido dos años desde la publicación del estudio ‘Soledad no deseada, salud y desigualdades sociales a lo largo del ciclo vital’ por parte del Grupo de investigación en Determinantes Sociales de la Salud y Cambio Demográfico OPIK, perteneciente al Departamento de Sociología y Trabajo Social de la UPV/EHU. El informe arrojaba una serie de datos preocupantes, entre ellos que la soledad no deseada afecta a una de cada cuatro personas en Euskadi, su influencia en la salud (sobre todo entre los más jóvenes) o su mayor prevalencia entre las clases sociales más desfavorecidas.

Sus autores, Yolanda González-Rábago y Unai Martín, analizan el estado actual partiendo del impacto que ha podido tener la pandemia. Porque los datos fueron recopilados antes de que el Covid-19 comenzara a extenderse por el mundo. En opinión de Unai Martín, las medidas que se tomaron, como el confinamiento y las restricciones a la movilidad, “deberían haber tenido más en cuenta la salud porque provocaron un mayor sentimiento de soledad”.

Ambos investigadores consideran que desde marzo de 2020 existe una “mayor concienciación e intervención”, aunque lamentan que la situación no haya mejorado. “Por una parte, no se le ha concedido la relevancia que tiene, y por otra, la mayor parte de las veces no se le está dando un abordaje estructural y comunitario”.

Las repercusiones de la soledad no deseada en la salud física y mental de las personas debería ser suficiente para situarlo en un lugar preferente, pero no ocurre así. Para Unai Martín, el principal problema reside en que “a las administraciones les cuesta colocar en la agenda problemas cuyo impacto es a largo plazo y cuya intervención requiere aspectos estructurales. Si el impacto no fuera invisible ni silencioso para la sociedad, tomaríamos medidas ante ello”. Yolanda González-Rábago añade un dato más para la reflexión: “Se tiende a considerar la soledad como un problema individual, por lo que también las soluciones se conciben como individuales, a veces, poniendo el foco en la responsabilidad individual para salir de ese tipo de situaciones”.

La concentración urbana

Si se habla de individualismo, sale a colación la mayor concentración de población en las ciudades como uno de los principales factores que podrían explicar el avance de lo que se ya se conoce como ‘epidemia de soledad’. González-Rábago se refiere a las “lógicas capitalistas de producción”, que impiden que haya “tiempos para la interacción social, el cuidado y la interdependencia en los espacios públicos”. En este sentido, añade la necesidad de actuar sobre la desigualdad social, que “genera a su vez desigualdad en la probabilidad de sufrir soledad”.

Además del capitalismo, la arquitectura tampoco ayuda a que las personas se relacionen entre ellas. “La escasez de espacios verdes, de parques con bancos donde sentarse a pasar el rato y charlar, o de lugares públicos en los que hacer actividades dirigidas a la comunidad contribuye a que vivamos más desconectados”, señala la experta.

Por último, ¿cuál debe ser el papel de la tecnología? ¿Es un aliado contra la soledad o agrava el aislamiento de las personas? Los investigadores del grupo OPIK de la universidad pública vasca opinan que los dispositivos tecnológicos pueden ser útiles, aunque no debe dejarse en sus manos la solución del problema. “Vivimos hiperconectados, o más bien con una alta sensación de hiperconexión debido a la cotidianeidad del uso de las tecnologías. Aún no está claro si el uso de las TIC y las redes sociales aumenta o disminuye la soledad, o a través de qué mecanismos lo hace en un sentido u otro”, subraya Yolanda González-Rábago. A juicio de Unai Martín, “en la actualidad confiamos en la tecnología para cuestiones que tienen una mejor solución humana, y este es el caso de la soledad. Tanto la detección como su abordaje debe ser realizado desde una intervención comunitaria; la tecnología puede ayudar, pero confiemos más en la tecnología comunitaria”.