Europa, territorio sensible al problema de la soledad no deseada

Administraciones nacionales y municipales han puesto en marcha estrategias enfocadas a la prevención y la búsqueda de soluciones

La soledad es un fenómeno global y creciente cuyo tratamiento puede llegar a convertirse en el futuro en uno de los indicadores del grado de desarrollo de un país. No en vano, este problema podría integrarse en dos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que estableció la ONU en su Agenda 20-30: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades (3) y lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles (11).

Esta ausencia, sin embargo, no es óbice para que la prevención y el abordaje de la soledad ya hayan entrado a formar parte de las políticas públicas de una serie de países y regiones a través de dos vías complementarias: la puesta en práctica de programas o iniciativas de alcance y la creación de organismos públicos o público-privados para atender este fenómeno de forma más estructurada e integral. Reino Unido en 2018 y Japón en 2021 son los únicos países que cuentan con una ministra y un ministro de soledad, respectivamente. Además, Francia, Australia, Estados Unidos o España han puesto en marcha distintos comités, asociaciones y redes nacionales con las que tratan de dar solución a las soledades no deseadas desde cinco ámbitos: sensibilización, prevención del aislamiento social y la soledad, fortalecimiento de las comunidades, gobernanza y generación del conocimiento y evidencia.

Los gobiernos, además, animan a las instituciones locales a impulsar servicios para garantizar un enfoque de proximidad. Ejemplo de ello lo encontramos en Pau, primera ciudad francesa en implantar un plan contra la soledad; en Sint-Truiden, Bélgica, pionera en nombrar un concejal de soledad en 2019, o en el municipio inglés de Medway, cuya corporación se adelantó al gobierno estatal al aprobar entre 2014 y 2018 una estrategia para reducir el aislamiento social. En nuestro entorno más cercano, Barcelona, Madrid, Murcia o Málaga han situado la lucha contra la soledad en bajo el paraguas de sus políticas sociales.  

Todos esos movimientos se han ido traduciendo en iniciativas concretas que pueden marcar el camino a seguir. El Gobierno de Gales está financiando un programa nacional de créditos de tiempo que ha demostrado su utilidad en la reducción de la sensación de soledad y el aislamiento. Las personas que dedican voluntariamente una hora a una serie de proyectos comunitarios obtienen un crédito de tiempo que pueden gastar en una experiencia social como ir al cine. Otras iniciativas están explorando las grandes posibilidades que ofrece la tecnología. Países Bajos cuenta con una herramienta digital, Punto de Señal contra la Soledad, creada con la idea de que toda la ciudadanía, por ejemplo desde el comercio de proximidad, puede detectar situaciones de soledad estableciendo para ello líneas directas o redes de señalización digital. Precisamente el comercio es uno de los agentes comunitarios que sale a la palestra con mayor frecuencia por su importancia como punto de encuentro y socialización. En 2021, la empresa neerlandesa Jumbo instaló en las cajas de sus supermercados zonas especialmente destinadas a mantener conversaciones durante el proceso de pago. 

Establecer puntos de acceso donde se centralicen todos los recursos disponibles para el apoyo y asesoramiento, la promoción de viviendas compartidas e intergeneracionales, y una planificación urbanística que construya espacios amigables de encuentro, como parques o espacios seguros, son otras actuaciones ya en marcha en otros países que intentan aportar soluciones.