Analizamos con una especialista los factores que influyen en la soledad no deseada y cómo evitarla

Cuando hablamos de soledad, lo primero que debemos hacer es especificar qué entendemos por soledad. Así lo expresa Pilar Castro, psicóloga especializada en envejecimiento que lleva más de 20 años trabajando en el área de personas mayores de Cáritas. «Me gusta diferenciar con los verbos que ponemos delante», empieza. «Es diferente estar solo que sentirse solo. Estar hace referencia a un momento concreto y muchas veces es una experiencia positiva, podemos descansar, nos da libertad… hay una cara de la soledad que puede ser positiva y buscada, pero también puede ser algo que nos haga sufrir. Sentir soledad siempre es desagradable. A nadie le gusta sentirse solo, además no es necesario estar solo para sentirse solo. A veces podemos estar con personas, pero sentimos que no conectamos, que estamos de sobra…», detalla.
«Con esto quiero transmitir que la soledad no es algo sencillo. Desde la psicología decimos que la soledad no es tanto el estar o no con otros, sino que es un sentimiento que tenemos las personas cuando las relaciones que tenemos son menos en cantidad o peores en calidad de lo que querríamos».
Qué influye en la soledad
Hay diferentes factores que influyen en que nos sintamos mal con la soledad. «El primero es cuáles son mis deseos de relación. Por ejemplo, una mujer de nuestro barrio de 85 años, que se ha quedado viuda hace 15 días y que tiene dos hijos. Esta mujer se siente mal y acude a sus hijos para pedirles ir a vivir con ellos. Uno le dice que en su casa no hay sitio, pero que puede ir a comer allí. El otro hijo le dice que tiene sitio de sobra, pero que ellos se pasan todo el día fuera de casa y que iba a estar sola igualmente, que es mejor que se quede en su casa y que queden para comer los fines de semana. Otra mujer de la misma edad y misma situación. Los hijos piensan que su madre es demasiado mayor para aprender a vivir sola y le ofrecen ir a vivir con ellos. Ella les agradece, pero les dice que prefiere seguir viviendo sola», narra la especialista. «Yo soy la vecina del cuarto de estas señoras y veo la situación de ambas, ¿las dos se sienten igual de solas? No, la primera querría estar acompañada, pero la segunda podría estarlo y prefiere no hacerlo. Esto es muy importante para entender la soledad, no es malo que la gente esté sola, es malo cuando no es lo que queremos», afirma.
Relaciones de calidad
Asimismo la calidad de las relaciones que tenemos además del número de ellas también es importante. «Podemos tener relaciones, pero no sentirnos comprendidos, por ejemplo. Hay personas que identifican como soledad el que te puede pasar algo y no tienes a quien recurrir; y también el estar con gente y no sentirte en conexión. A esto le llamo soledad sintónica. Podemos estar con otras personas, pero no está el dial en su sitio, como las radios antiguas».
Según la psicóloga es algo que se da mucho en las residencias, «estás con otros y sabes que te van a atender pero sientes que no hay nadie que te escuche de manera especial».
Por otro lado asociamos la soledad con el hecho de ser mayor, pero se da en cualquier edad. «De hecho encontramos datos que nos hablan de mucha soledad en personas jóvenes». Este hecho también está avalado por el Observatorio Estatal de Soledad No Deseada. «Según un informe de la comisión Europea de 2021, la pandemia ha hecho que se duplique el número de personas que se han sentido solas, llegando a un 25% de europeos. Pero este porcentaje se cuadriplicó en el caso de las personas jóvenes de entre 18 y 25 años, de las que se habla menos», destacan desde la entidad.
Otros factores
Otro factor que se tiene en cuenta es el estado civil. «Se tiende a pensar que las personas viudas lo tienen más fácil que las solteras porque tienen hijos, pero no es así». También se ha analizado si hay más soledad en el mundo urbano o en el rural y ahí es más complicado de valorar. «Lo que se ve es que en el mundo rural hay mucho estar solo, cosa que en la ciudad no ocurre, hay menos aislamiento, pero en las ciudades hay mucho sentimiento de soledad. Hay mucha gente alrededor pero quizá no tenemos a quien recurrir». Y el nivel socioeconómico, que nos puede ayudar a hacer cosas que nos eviten la soledad, «pero quizá no nos ofrezcan la calidad de la relación que necesitamos», comenta Castro. «Esto nos lo traslada gente que tiene una interna, por ejemplo, y que se llevan bien, pero que está ahí porque es su trabajo, no por afecto. Lo que ofrece una persona voluntaria, por ejemplo, es estar con la otra porque ambas quieren, es importante por tanto tener diferentes tipos de relación».
Cómo evitarla
Y ¿qué podemos hacer para evitar la soledad? «Las relaciones son parte de nuestro proyecto de vida, y hay que cuidarlas a lo largo de nuestra vida, no por ser mayores ha de llegar la soledad. Podemos hacer siempre cosas para sentirnos menos solos». Participar en actividades de grupo, estaremos activos, nos encontramos con otras personas y cultivamos nuestros intereses. Cuidar las relaciones y mantener relaciones diferentes; no tenerlas solo cuando las necesitamos sino tener en cuenta el placer de tenerlas.
«Pedir y aceptar ayuda. Es importante que hablemos de ello, pidamos ayuda y la aceptemos. El sentimiento de soledad es como un dolor de cabeza, nos indica que hay que hacer algo. Si consultamos por un dolor de cabeza que se mantiene en el tiempo también deberíamos consultar por la soledad si no vemos la forma de salir de ella», reclama la especialista. Y concluye. «El tipo de vida que llevamos dificulta el confiar en otros. Reforcemos las redes comunitarias, ayudémonos. Las relaciones libres y gratuitas son insustituibles. Las instituciones pueden hacer muchas cosas pero hay una parte que nos toca a la ciudadanía».